5 de septiembre de 2011

Los enemigos de su propia causa

Por Agustín Ulanovsky, Director de Punto IL

Se acerca el 20 de septiembre, fecha que puede resultar más que importante en la historia del conflicto palestino-israelí si la Autoridad Palestina logra su cometido y consigue que la Asamblea General de la ONU apruebe su pedido de adhesión plena como Estado con las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días en 1967. Conviene aclarar que más allá del alto valor simbólico que dicha resolución contendría, lo cierto es que la actual situación no variará en tanto Palestina carezca del apoyo del Consejo de Seguridad (Estados Unidos ya advirtió que vetará la aprobación como miembro). No obstante, Mahmoud Abbas apunta con esta maniobra a sumar una fuerte presión diplomática en contra de Israel, instalar nuevamente el reclamo palestino en la agenda internacional y aglutinar las fuerzas internas bajo su liderazgo mientras sigue evitando las negociaciones directas con el gobierno de Netanyahu. Acompañando este proceso, se están organizando masivas campañas de desobediencia civil en los territorios en disputa y multitudinarias manifestaciones pro-palestinas alrededor del mundo. En resumen, se avecinan tiempos complicados para quienes sostenemos la legitimidad y la existencia del Estado israelí.

Pese a este escenario favorable, no sorprende lo que viene ocurriendo en los últimos meses con la lamentable reaparición de acciones terroristas de grupos palestinos. Al menos siete personas y otras 30 resultaron heridas en una serie de atentados perpetrados en el sur de Israel, cometidos por terroristas que alcanzaron a disparar hacia dos autobuses (uno de ellos con soldados que salían de sus bases en la zona en camino a pasar el fin de semana en sus casas y otro con pasajeros en camino a Eilat). Además, dispersaron cargas explosivas por la zona y lanzaron morteros hacia tropas israelíes en la frontera.

No es la primera vez que los grupos fundamentalistas islámicos atentan contra el éxito de la causa palestina que dicen defender. Ya en 1994, cuando habían sido suscriptos los Acuerdos de Oslo, los extremistas palestinos iniciaron una enorme cantidad de acciones suicidas tendientes a minar los esfuerzos de ambas partes y alejar la posibilidad de un acuerdo negociado. Lo mismo ocurrió a inicios de este siglo, cuando sacudieron a Israel con una ola de atentados que dejaron en el lado israelí más de 1.000 víctimas.

¿Y por qué estos grupos no quieren la paz? ¿Por qué minan las campañas que realizan algunos líderes árabes para impulsar la causa palestina? La respuesta es sencilla: no desean un acuerdo con Israel toda vez que ello implicaría el deber de aceptar la legitimidad y la existencia del Estado Judío en el Medio Oriente. Todos estos movimientos islamistas palestinos, con Hamas a la cabeza, han centrado su lucha en estancar las negociaciones para evitar una salida política al conflicto e islamizar el diferendo palestino-israelí para convertir a su lucha nacional-política en una guerra religiosa. Para tales fines han venido postulando un programa de revolución permanente que combina distintas formas de lucha, entre las que se destacan el enfrentamiento guerrillero y el terrorismo.

Por otra parte, toda vez que pregonan una ideología totalitaria que apunta a erradicar todo lo que parezca occidental en el interior de las comunidades islámicas y alcanzar un nuevo orden en el que el Islam domine a todo el mundo, es dable advertir que sus enemigos no son otros que los líderes de los países islámicos que defienden visiones de Estados seculares y alejados de los postulados religiosos (Fatah nació y se desarrolló como un movimiento nacional de liberación laico) y el Occidente, a quien divisan como el agente que pretende destruir su universo religioso y cultural. Lógicamente, el Estado de Israel es la “prueba irrefutable” de sus teorías.

En definitiva, toda vez que el islamismo (cuidado: no confundir con el Islam) aborrece de Occidente porque considera que éste lleva la degradación de los valores más sagrados del mundo islámico, el pueblo palestino tendrá siempre dentro suyo el germen de sus frustraciones puesto que Israel jamás cederá ante quienes se nieguen a reconocerlo e insistan con su destrucción; algo diferente sería exigirle a Israel que acepte su suicidio.

En conclusión, mal que le pese a muchos, la resolución del conflicto palestino-israelí y el nacimiento del dilatado y necesario Estado palestino no encontrará su solución en las Naciones Unidas sino en la presión real que logre hacer Estados Unidos a los países que patrocinan y financian a estos grupos fundamentalistas, principalmente los regímenes fundamentalistas de Irán y Arabia Saudita.

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