13 de marzo de 2013

UNA TIPICA COSTUMBRE EN UN DIA ATIPICO PARA LOS ARGENTINOS

Por Agustín Ulanovsky

El primer sentimiento que tuvimos muchos argentinos ante la sorpresiva noticia de que Jorge Mario Bergoglio fue elegido como nuevo Papa fue de alegría. Los argentinos somos apenas una nación de 40 millones de habitantes, ubicada en el fin del mundo y que nos hemos acostumbrado lamentablemente más a las crisis, a las maniobras ventajeras y a las decepciones que al éxito y al reconocimiento. Y si bien es cierto que algunos notables deportistas (Maradona, Messi, Luciana Aymar y Emanuel Ginobili, entre otros) o ejemplos de hombres como René Favaloro han logrado que algún desprevenido escuchara hablar de nuestra amada Argentina, el ascenso de un connacional a una posición tan notable debe hacernos pensar que con compromiso y responsabilidad también podemos alcanzar nuestros objetivos.

Luego del cimbronazo inicial, abundaron las reacciones de argentinos en las redes sociales; olvidando por un momento los chistes (Pancho, ¿no querés hacerte hincha de Racing?) y el orgullo que roza la soberbia, la discusión se polarizó como es la típica costumbre argentina. Por un lado, aquellos que están a favor del flamante Francisco I y reconocen sus tareas pastorales, su compromiso con el país y su altura intelectual. Por el otro, las críticas de quienes lo vinculan con la última y repudiable Dictadura Militar en nuestro país y con el rechazo al matrimonio igualitario.

Permítanme algunas rápidas reflexiones:

• Bergoglio ha demostrado mucho compromiso con causas sumamente relevantes como la trata de personas, el combate a la pobreza y la denuncia de la corrupción; desde una humildad que nadie ha podido cuestionar, exigió a los gobernantes responsabilidad y decoro. Además, ha tomado medidas muy progresistas en algunos temas espinosos como el bautismo de bebés extramatrimoniales

• Bergoglio fue uno de los más duros críticos de la ley de matrimonio igualitario y de la despenalización del aborto. En mi caso, a pesar de haber apoyado al matrimonio igualitario por considerarlo un reconocimiento legal que trajo mayor igualdad a un colectivo históricamente discriminado, considero que no se puede exigir que en temas tan sensibles, un líder religioso vaya en contra de sus más íntimas convicciones. No obstante, un hombre de fe debería ser cuidadoso y evitar equiparar situaciones que lo contrarían con obras del Demonio y llamar a guerras religiosas. Sin embargo, considero que de mantener esas posturas quien más pierde será la Iglesia católica, que por su reticencia a evaluar posiciones más superadoras de cara a dilemas actuales, continuará en la evidente crisis de representatividad que se advierte.

• Es de público conocimiento la complicidad de la Iglesia católica (y otras instituciones religiosas) con la Dictadura Militar de 1976. Sobran los casos de líderes religiosos que fueron cómplices de los torturadores y asesinos, hecho que no se puede olvidar ni quedar impune. Cuando se ha referido al Holocausto, Bergoglio ha hecho llamados al compromiso con quienes más lo necesitan y la complicidad del silencio. Confío en el principio jurídico de la inocencia hasta que se demuestre lo contrario (es falso que la justicia argentina lo haya condenado por este tipo de causas), por lo que sólo me queda esperar que su accionar durante aquella nefasta época haya sido coincidente con sus nobles palabras.

• Como judío argentino, y por la importancia de la histórica responsabilidad que el Papa ha tenido en el vínculo entre el judaísmo y el catolicismo, no puedo evitar una referencia a la labor que Francisco I ha desarrollado en este tema durante su larga trayectoria. Bergoglio ha sido históricamente muy receptivo de la comunidad judía local, a la que calificó de “hermana mayor”, y al vínculo entre judíos y cristianos como “fraternal”. Bergoglio ha participado de diversos encuentros interreligiosos y de actos en homenaje a las víctimas del Holocausto; ha hecho públicos saludos a la Comunidad judía local en ocasión de las Altas Fiestas. En una reciente visita a la AMIA, el ahora Papa se solidarizó con la mutual por el trágico atentado sufrido en 1994 al que calificó de una nueva “historia de sangre y dolor, un eslabón de dolor más que el pueblo elegido de Dios ha sufrido a la largo de la historia”; por otra parte, en el libro de visitas suscribió: “Cuenta las arenas del mar así será tu descendencia, doy gracias al Señor porque en este día se me permite compartir un trecho del camino con nuestros hermanos mayores a este granito de arena que soy yo”.

En definitiva, espero como argentino, como judío pero principalmente como ser humano, que Francisco I esté a la altura de las circunstancias y pueda colaborar en la construcción de un mundo mejor.

¡Éxitos!