22 de diciembre de 2009

Reflexiones en una noche en Tel Aviv

Por Emiliano Senes, miembro de Punto IL. Por este artículo, Emiliano fue premiado por Punto IL.

Son las once de la noche en Tel Aviv, la ciudad está en calma y la gente sale a caminar, a correr, a cenar o a tomar aire; es una noche de verano y quedarse en casa parece un desperdicio. El viento, aunque suave, se siente refrescante y reparador; durante el día el calor es pesado, agobiante.

Será por eso que, aun siendo lunes por la tarde, la playa rebosaba de niños gritones que juntaban arena mojada de un lado y la arrojaban hacia otro, la depositaban en camiones de plástico y los dejaban olvidados para irse a chapotear en el agua tibia, de jóvenes corredores solitarios, de jugadores de pelota – paleta, lanzadores de frisbee y surfers, de tomadores de sol, de pescadores y de observadores, de saltadores de olas, todos bajo la supervisión del hombre con megáfono sobre la torre impartiendo consignas de seguridad o al menos es lo que imagino que hace, puesto que hebreo no entiendo pero conozco la teoría del panóptico y el tono cortante y mecánico de su voz es bastante claro.

Volviendo al tiempo nocturno, los comercios están cerrados en su mayoría, ropa, joyas y libros deberán esperar hasta mañana, mientras tanto los restaurantes y los bodegones hormiguean de comensales; algo extraño para mi, los supermercados continúan abiertos y lo seguirán estando a las cero horas, y según ellos mismos aseveran pasarán las veinticuatro horas del día sin cerrar sus puertas.

Probablemente los teatros tengan público, las galerías de arte admiradores, e incluso también la playa sea visitada por paseantes, amantes y seres reflexivos, pero esto solo puedo imaginarlo porque no tengo tiempo para comprobarlo, voy distraído con otra idea.

A mi alrededor no veo nada fuera de lo normal. Una ciudad corriente, con todo lo que puede esperarse encontrar y no más que eso. No se ve el conflicto, no se ven palestinos, no se ven tanques, no se ven terroristas, no se ve Guerra de los Seis Días, no se ve línea verde, no se ven negociaciones de paz, de todo esto no se ve nada; esto no quiere decir que no sea real, pero pareciera ser que para el resto del mundo es eso lo único que este país puede producir.

No se habla, no se lee en los diarios, no se transmite en la televisión otra cosa de Israel que no sea conflicto, como si los israelíes solo existieran por tener un problema con sus vecinos, como si sus vecinos fuesen su único problema.

¿Y qué pasa con el resto?. Con la educación, la escasez de agua, los avances tecnológicos y científicos, con el miedo de ver a los hijos marchar a la guerra; qué sucede con los hombres y mujeres que, sean judíos ortodoxos, moderados, laicos, árabes musulmanes o no musulmanes, cristianos, drusos o ateos, viven alli y tienen que resolver cuestiones cotidianas, algunas de las cuales ni siquiera requieren para su comprensión y estudio una previa calificación religiosa o de nacionalidad; cuestiones políticas, económicas, religiosas o simplemente humanas.

Por ejemplo, mucho se dice sobre los famosos asentamientos, pero a nadie se le ocurre preguntar qué son realmente (¿aldeas, pueblos o villas miseria?), cuánta gente vive en ellos, qué hacen y qué no hacen. Se habla de cómo el gobierno autoriza la creación de nuevos asentamientos en terrenos que aun no está discutido si le pertenecen pero me pregunto porqué una persona querría construir su casa, trabajar, formar una familia en una tierra de la que no se sabe quién será su propietario en algunos años, me pregunto si no temen terminar como los aldeanos de Gaza, expulsados y sin hogar, si lo hacen por necesidad o por convicción, desde el odio al pueblo vecino o el amor al propio, me pregunto si viven tranquilos.

Nunca se olvida mostrar lo que los israelíes y los palestinos hacen para destruirse, pero sí lo que hacen para construir; no todos apoyan el enfrentamiento, algunos intentan crear vínculos, acercar a las partes y esperar que se den la mano, reuniéndose a hablar y a escuchar, créase o no a veces da resultado, razón extra para obligarnos a tenerlos en cuenta.

Se informa antes sobre lo que pasó después y después sobre lo que pasó antes, la posterior respuesta israelí primero en grande, el previo lanzamiento de cohetes segundo en chico, se cuenta el arsenal que cayó de un lado y del otro y la cantidad de víctimas; se evita preguntarse cómo se vive en una ciudad constantemente bombardeada, quince segundos desde que suena la alarma para llegar al refugio, se ha repetido tanto que suena a frase hecha, pero no se intenta comprenderlo realmente, tomando una siesta, cocinando el almuerzo, estudiando para el examen de mañana, se oye la sirena, bájate del auto y corre, deja las bolsas de supermercado en el suelo, sal de la bañera mojado y desnudo, ¿cuánto tiempo va?, saluda rápidamente y corta el teléfono, interrumpe el sexo y llévate a tu novia, alza a tu niño más pequeño toma al más grande de la mano y ocúltate, quince segundos, los cohetes ya cayeron y tu aquí leyendo, suerte que no te tocó esta vez, espero que mi familia esté bien y que mi casa no tenga un agujero en el techo. Multiplicado por cuatro, siete o diez veces al día es, como mínimo, un verdadero contratiempo; sin mencionar que los refugios antimisiles no se construyen solos ni tampoco gratuitamente.

Se habla de refugiados palestinos (que aun mantienen este status por viejas conveniencias políticas) pero no se habla de refugiados de otras partes del mundo, verbigracia, de Sudán; muchos de los que huyen del genocidio y con la condición de que logren traspasar la frontera en Egipto en la que son acribillados a tiros sin consideraciones, actualmente viven en Israel, país al que intentan llegar porque tiene muy malas relaciones con su gobierno, lo que les asegura que no se encontrarán con algún agente encubierto que los lleve de vuelta; alli son recibidos, trabajan y estudian, fundaron una asociación para agrupar a los suyos, y algunos incluso han obtenido la ciudadanía. A mi entender estas personas sufren por lo menos dos desgracias: una, haber sido perseguidos en su país teniendo que dejar alli familia y bienes para salvar la vida, dos, no ser lo suficientemente rentables como para ser noticia.

Shalit es considerado como un bien intercambiable, mencionado únicamente cuando hay algo que trocar, si me das estos, yo te doy tu soldado, el resto de los días es olvidado por el mundo, y qué se puede hacer, la Cruz Roja no puede estar en todos lados. En la sociedad israelí su falta se hace más presente, alli no vienen a cuento cuestiones de fondo, es un joven que falta de su casa y punto; súmese el miedo de cada familia a que suceda lo mismo con sus hijos e hijas, si no es que ya les ocurrió, como a los Goldwasser o los Regev, los que no supieron su condición hasta que vieron los féretros, este secreto utilizado por Hezbollah como ventaja en la negociación.

Por supuesto estos no son todos: soldados que rechazan el servicio militar, judíos religiosos con tradiciones que chocan con la legislación secular, judíos laicos que chocan con tradiciones religiosas, trabajadores extranjeros e inmigrantes ilegales, políticos corruptos, kibutzim preocupados por la transformación de sus comunidades socialistas en empresas capitalistas, la lista es larga, la memoria corta y la ignorancia mucha.

Cada vez que estas personas son simplificadas los problemas se agudizan; se las concibe como una gran masa que no tiene partes, se mueve en bloque y decide bloquear una frontera o enviar unos tanques a poner orden, todos piensan lo mismo, todos creen lo mismo, todos se llaman Israel. Se olvida con frecuencia que los estados están compuestos por individuos con nombres propios, asi se torna sencillo atacarlos, no solo bélicamente, verbalmente también, no es cosa fácil enfrentar a un niño de diez años y acusarle de genocida, además de correr el riesgo de sonar ridículo, lo mismo llamar imperialista a un viejo que apenas mantiene su tienda en pie; pero sí es fácil odiarlos como nación, un enorme conjunto deshumanizado y sin rostro con un solo rumbo y un mismo problema en la vida, este por el que aparecen en televisión, que otros de sus asuntos, si los tienen, no deben merecer la atención. Por supuesto que esta simplificación no es producto de la pereza...

Aquí se acaban las reflexiones, la noche ha refrescado y es un verdadero alivio; la ciudad ha estado tranquila, las nuevas noticias del mundo están siendo publicadas, no espero encontrarla en ellas.

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