18 de febrero de 2011

Hechos y Conclusiones

Por Emiliano Senes, miembro de Punto IL

Las manifestaciones que vienen sacudiendo al mundo musulmán en las últimas semanas presentan elementos en común: con diferente intensidad y éxito, en Túnez, Egipto, Irán, incluso en Gaza y Libia los ciudadanos levantan la voz para protestar contra sus gobiernos. Se organizan con ayuda de las redes sociales y salen a las calles a manifestarse (en la medida de lo posible), y sus reclamos apuntan a la clase dirigente: exigen que se termine con la corrupción, el clientelismo, la pobreza, la carencia de oportunidades de crecimiento; exigen que haya un cambio de gobierno. En los países musulmanes donde no se han registrado manifestaciones se teme “el contagio” de la tendencia de las sociedades de organizarse y salir a reclamar por un país mejor.

De este lado del mundo, grupos de manifestantes de izquierda marchan por las calles “en solidaridad” con los pueblos que alzan su voz contra la opresión. En medio de estas demostraciones pueden observarse consignas antiisraelíes expresadas por escrito o a viva voz.

Esto me recuerda uno de los mitos del antisemitismo y cómo, por los hechos acaecidos en los países musulmanes en los últimos tiempos, podemos observar su falsedad. El mito asegura que la causa única del desorden y la volatilidad del Medio Oriente es la existencia del conflicto entre palestinos e israelíes; se cree que hasta que éstos no solucionen sus diferencias la estabilidad será imposible en la región. Por ello la izquierda, en complicidad con el fundamentalismo islámico, ataca constantemente al Estado de Israel “por ser el origen del sufrimiento no solo de los palestinos, sino de todos los pueblos musulmanes; cuando Israel haya desaparecido, la calma retornará”. Hablo de mito del antisemitismo porque en Europa, en la Edad Media, se acusaba a los judíos de envenenar los pozos de agua, causando así enfermedades, pánico y odio (hoy inestabilidad, resentimiento, violencia).

En estos últimos tiempos, los hechos han demostrado la falsedad de estas acusaciones: los pueblos musulmanes no marcharon en las calles contra el gobierno israelí, no fueron a buscar la desaparición del Estado judío como una solución para sus problemas, no hablaron de “sionismo” ni de la “causa palestina”; salieron a reclamar por sus derechos como ciudadanos y como seres humanos. La inestabilidad del Medio Oriente no proviene de una disputa por menos del uno por ciento del territorio de la región, sino por el totalitarismo, la violencia inter-étnica, la corrupción y la miseria en la que estas sociedades están inmersas desde hace décadas, y por responsabilidad de sus propios gobiernos.

Como señala un artículo publicado por el periodista británico Brendan O'Neill en el diario The Australian, “una de las cosas más sorprendentes del levantamiento en Egipto fue la falta de pancartas pro-palestinas”. Como indicó un observador egipcio, Amr Hamzawy, en la Plaza Tahrir y en otros lugares no hubieron letreros diciendo “muerte a Israel, América y el imperialismo” o “unidos en la liberación de Palestina”. En lugar de ello, esta revuelta fue sobre la libertad y las condiciones de vida del propio pueblo egipcio. A pesar de esto, en las demostraciones pro-Egipto en Londres el sábado, hubo un mar de pancartas sobre Palestina. “Liberen Palestina”, decían, y “Pongan fin a la ocupación israelí”. Los oradores tuvieron problemas para excitar a la audiencia al referirse a lo que sucedía en Egipto […]. Pero cada mención de la palabra Palestina indujo una especie de excitación Pavloviana entre los asistentes. Se animaban cuando la palabra con P era pronunciada, al canto de: “Libre, Palestina libre!”.

Algo similar sucedió en Buenos Aires, donde el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) realizó pintadas en el Obelisco en las que se leía “Fuera Mubarak”, pero también “Israel genocida”. Estas expresiones antiisraelíes exteriorizadas en momentos en los que ni israelíes ni palestinos eran el foco del problema dan testimonio de que el mito de la desestabilización es patente entre la izquierda, tanto en Argentina como Inglaterra y en Europa en general. Para el periodista citado, la cuestión palestina ha dejado de ser central en los países musulmanes para pasar a conformar patrimonio exclusivo de los occidentales radicales, una clase media aburrida y narcisista que necesita manifestar su piedad para con los oprimidos. El diagnóstico de O'Neill parece ser acertado, excepto por esto último; no parece ser evidente que los musulmanes hayan abandonado permanentemente el reclamo por los palestinos.

Más allá de eso, es importante remarcar dos cosas. La primera, que las causas de la inestabilidad del Medio Oriente se han hecho visibles para todo el mundo durante estas últimas semanas; negar esta realidad y alterarla para culpar al Estado de Israel por ello, es un engaño y una falta de respeto a los pueblos que han salido a demandar sus derechos. La segunda, que ni los palestinos ni los egipcios son relevantes para la izquierda, cuyo único fin es atacar al Estado judío (por su cercanía a Estados Unidos, o por su condición judía, o por ambas).
Los hechos hablan por sí solos.

Notas del autor: las traducciones son propias. Para consultar la nota citada ver: “Palestine an obsession of radical West, not Arabs”, The Australian, Brendan O'Neill, 16/02/2011, disponible en: www.theaustralian.com.au/news/opinion/palestine-an-obsession-of-radical-west-not-arabs/story-e6frg6zo-1226006572220 o en http://brendanoneill.co.uk

1 comentario:

  1. La excusa de Israel, es como la del amor entre los enamorados: que el sol sale, es porque te amo,querida, que el pelo se me pone más grueso, es porque te amo, mi amor, y así todo. Así, en los países árabes, Israel y los judíos son los culpables de todos sus males, evitándoles de esta forma, hacer autocrítica y enfrentarse ante su propia pasividad y cobardía ante los atropellos sufridos por sus propios líderes. Lo peor, con todo, es que el fenómeno ha llegado a Occidente, y son muchos los "tontos útiles", que utilizan idénticas excusas para justificar lo injustificable.
    En fin, estamos en un mundo orwelliano, donde los buenos son ahora los malos, y viceversa.

    Un saludo

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