21 de noviembre de 2010

Hacia un nuevo Sionismo

Por Vanina Golman, miembro de Punto IL

El martes 16 de noviembre, Punto IL tuvo el agrado de recibir a Enrique Grinberg, Director del Departamento de Actividades para la Diáspora (Hagshamá) de la Organización Sionista Mundial. Durante su disertación, en la que supo articular explicaciones relativas al Sionismo y la activa participación de los presentes, ahondó en la historia de aquel movimiento de liberación del pueblo judío que tuvo naturaleza ideológica y revolucionaria hasta la creación del Estado de Israel. A partir de ese momento, el Sionismo se transformó y, en la actualidad, según Enrique, parece asemejarse más a una burocracia en la que los funcionarios desempeñan un rol central. Tras ese proceso de modificación, todo análisis y debate acerca del Sionismo requiere previamente la redefinición del concepto en un marco de actualidad.

El Programa de Jerusalem aprobado en el Congreso Sionista Mundial de 1951 estableció como objetivos del movimiento sionista: "La consolidación del Estado de Israel, la reunión de los exilios en Eretz Israel y el fomento de la unidad del pueblo judío". Este abordaje del Sionismo hace especial énfasis en la cuestión religiosa al referirse a Eretz Israel.

En el segundo Programa de Jerusalem, de 1968, estos términos se utilizaron nuevamente; empero, lo que se priorizó fue la expresión de solidaridad del pueblo de Israel con el Estado de Israel en circunstancias de crisis y la función central del Estado en la vida del pueblo judío. Se redefinieron los objetivos del Sionismo: el movimiento se orientaría a "[...] fomentar la unidad del pueblo judío y la centralidad de Israel en la vida judía; reunir al pueblo judío en su patria histórica, Eretz Israel, por medio de la aliá desde todos los países; consolidar el Estado de Israel, que se basa en la visión profética de paz y justicia; preservar la identidad del pueblo judío a través del fomento de la educación judía y hebrea y de la difusión de sus valores espirituales y culturales; y a proteger los derechos judíos por doquier".

En el año 2004, el Comité de Acción Sionista aprobó un nuevo Programa de Jerusalem que estipulaba que "el Sionismo, Movimiento de Liberación Nacional del Pueblo Judío, llevó a la creación del Estado de Israel, y ve en el Estado de Israel judío, sionista, democrático y seguro, la expresión de la responsabilidad colectiva del pueblo judío para la continuación de su existencia y futuro".

Si bien estas definiciones permiten observar la dirección del Sionismo conforme las necesidades de cada época, todas ellas tienen un denominador común: el hecho de que el vínculo entre el pueblo judío y el Estado de Israel no se da de manera directa, sino que se consolida mediante las instituciones. Surge entonces el interrogante acerca de la forma en que cada uno como individuo se relaciona con el país: ¿nos identificamos con la idiosincracia israelí? ¿sentimos una conexión con Israel por una cuestión de orígenes o religiosa? ¿nuestros lazos se dan a partir de que tenemos familiares y amigos que viven allí? ¿nos interesa su forma de hacer política? ¿nos sorprende su desarrollo tecnológico?

Enrique Grinberg nos refirió un estudio reciente llevado a cabo por un grupo apartidario israelí que asesora al gobierno en el área de macro-política. El documento analiza la evolución del Sionismo en términos de un "viejo contrato" y un "nuevo contrato" entre Israel y el resto del mundo.

El "viejo contrato" se basa en el Sionismo clásico, se caracteriza por la negación de la Diáspora, propone percibir el mundo en términos de aliá - ieridá (inmigración - emigración) y se orienta a la construcción del Estado. En este convenio, la identidad israelí entra en conflicto con la identidad judía. Sin embargo, existe en la actualidad una serie de tendencias que socavan ese viejo contrato, tales como el hecho de que el judaísmo se vive como algo personal que convive con otras "subjetividades", las comunidades judías locales (fuera de Israel) adquieren cada vez mayor importancia, la nueva generación no se identifica con las instituciones judías, la aliá ya no está a la orden del día y aparece un discurso de peoplehood, es decir, de reconocimiento en un espacio común más allá de la nacionalidad de cada individuo judío, un sentimiento de responsabilidad mutua.

Es por ello que ante la crisis del "viejo Sionismo", el Sionismo del "nuevo contrato" (una combinación de nacionalismo y sentimiento de pertenencia) propone la construcción colectiva del Estado judío. El nuevo Sionismo reconoce que, en este proceso, la Diáspora "efervescente" resulta sumamente necesaria, que las relaciones deben darse de manera directa y que el progreso de Israel exige colaboración y reciprocidad.

Entre los pilares del nuevo convenio se destacan: la importancia del idioma hebreo, la lucha contra el antisemitismo y la deslegitimación del Estado de Israel, la promoción y el desarrollo de la tradición del pueblo judío y la fortaleza de las comunidades judías locales.

El equilibrio entre seguridad, prosperidad, democracia y judaísmo que tanto ansía Israel, y para el cual trabaja continuamente, demanda una actitud de apertura hacia una convivencia de ideas. Considerando que este comportamiento caracteriza a las comunidades judías del mundo desde sus orígenes debido a su necesidad de interactuar con las sociedades de los paises en los que se establecieron, se puede concluir que el cambio de actitud necesario para alcanzar ese equilibrio vendrá justamente de las comunidades judías del mundo.

Tal como expresara Theodor Herzl, fundador del Sionismo, “Todos sus cultivos serán inútiles y sus campos serán nuevamente estériles a menos que cultiven también la libertad de pensamiento y expresión, la generosidad del espíritu, y el amor por la humanidad. Estas son las cosas que deben apreciar y cultivar".

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