7 de septiembre de 2010

Problemas del doble estándar en el conflicto palestino-israelí

Por Emiliano Senes, miembro de Punto IL

Muchas veces nos hacemos preguntas del tipo: ¿Por qué se critica tanto el accionar del Estado de Israel siendo que sus vecinos se han comportado de una manera inaceptable según el estándar moral occidental? ¿Por qué se habla de los muertos palestinos que provoca Israel pero no de los que provocan contra ellos los mismos gobiernos palestinos o árabes y que suelen ser comparativamente más reprochables? ¿Por qué se ataca a la única democracia en medio oriente y no a la dictadura teocrática impuesta por Hamás en la Franja de Gaza?

Aquellos críticos acérrimos de Israel que suelen ver un solo responsable de la violencia, un solo culpable de la inestabilidad política y social en Medio Oriente utilizan, conciente o inconcientemente, un doble estándar para tratar a israelíes y palestinos, una doble moral que les permite acusar a unos y absolver a otros en el juzgamiento de conductas de similares consecuencias; esto, independientemente de las razones que motiven ese juzgamiento, conlleva serios problemas morales y prácticos para la solución del conflicto y el establecimiento de una paz ininterrumpida.
Estos problemas, que se encuentran enlazados y que siguen un orden causal, pueden ser descriptos de la siguiente manera: a) el establecimiento de una graduación de la aptitud moral; b) la generación de una consecuente situación de no reciprocidad y, como resultado, c) la recompensa de la utilización de la violencia como método legítimo de acción política.

a) La graduación de la aptitud moral

En definitiva, la cuestión radica en encontrar respuesta al interrogante de por qué se le exige al Estado de Israel un estándar moral más elevado que a sus vecinos árabes.

En efecto, al exigir intachabilidad en su comportamiento a los israelíes y no a los palestinos, se establece imprudentemente una graduación de la aptitud moral, en la que -como en toda graduación- existen jerarquías superiores e inferiores: así, aquellas sociedades a las que se les demanda actuaciones irreprochables son implícitamente consideradas como capaces de aprehender elevadas pautas morales y, por tanto, poseedoras de una idoneidad de alto nivel para comprender y respetar todas las normas imperantes de tal carácter; en tanto que aquellas con las que se es menos demandante a la hora de evaluar la calidad de sus acciones, son consideradas tácitamente como moralmente incompetentes, o sea, con una aptitud moral inferior, en el sentido de que su capacidad para distinguir entre lo que está bien y lo que está mal se supone limitada.

Si, por ejemplo, se culpa a los israelíes por utilizar la violencia en reemplazo de la negociación política, pero no a los palestinos por proceder de la misma manera, es porque, oculta o abiertamente, se considera que los primeros están en condiciones de comprender que esa acción es moralmente negativa y por lo tanto se les reprocha con el fin de que cesen de actuar de ese modo; mientras que a los segundos, al no reprochárseles ninguna acción disvaliosa, se los coloca implícitamente en una jerarquía inferior, bajo la consideración de que carecen de discernimiento para entender que esa acción es negativa.

El resultado es que las acciones reprobables de ciertos gobiernos o grupos no son condenadas porque no se conciben como seres moralmente aptos y, por tanto, capaces de comprender el fin de esa condena. Como indica Alan Dershowitz, “(…) el mundo (…) parece aceptar la violencia Palestina como algo cultural. Del otro lado, algo diferente es esperado de los Israelíes. Esto es relativismo cultural cercano al racismo. Esperar menos de los Palestinos, debido a sus quejas, es disminuir su humanidad”

b) La situación de no reciprocidad

La cuestión de la no reciprocidad es expresada certeramente por Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, en su obra “El perdedor radical”, aunque allí se refiera más ampliamente al mundo musulmán: “Es normal ver representado a Ariel Sharon con un hacha en forma de esvástica sacrificando a niños palestinos; por el contrario, el mundo árabe se muestra ofendido cuando algún caricaturista se burla de ellos. Se reclama como derecho inalienable la construcción de mezquitas en el mundo entero, mientras que en muchos países árabes es impensable construir iglesias cristianas. (…) Con cara de inocencia herida algunos predicadores del odio exigen la libertad de opinión que declaradamente se proponen abolir”.

El problema se trata entonces de la generación, bajo un contexto de graduación de la aptitud moral, de una situación de no reciprocidad en el comportamiento de los distintos grupos humanos. Esto, aplicado al caso, implica que al no ser esperable que los palestinos se comporten de la misma manera que los israelíes debido a su ineptitud moral, no es posible tampoco exigirles determinadas acciones tendientes a lograr la igualdad en las obligaciones que pesan sobre ellos.

Así, por ejemplo, se conmina a Israel a que se atenga a las resoluciones de la ONU y se lo acusa con vehemencia si no lo hace, mientras que las autoridades palestinas pueden evitarlas sin reproche si no les satisfacen; se intenta obligar a los israelíes a que interrumpan la construcción de asentamientos en el curso de negociaciones bilaterales para dar confianza con miras al resultado final de las mismas, pero no es posible exigir a los palestinos que, en el mismo ámbito, detengan las acciones terroristas o los llamados a la destrucción de Israel (tal lo sucedido durante las negociaciones de paz de Oslo).

En definitiva, mientras existan diferentes grados de aptitud moral, las obligaciones jamás podrán ser las mismas para ambas partes, sino que a cada cual deberá exigírsele de acuerdo a su idoneidad para incorporar pautas morales a su comportamiento.

c) Recompensar la violencia

Como resultado de las cuestiones anteriores surge que la violencia no solo no es castigada, sino que es recompensada al punto tal que aquellos que la ejercen comienzan a concebirla como un elemento invaluable a la hora de alcanzar logros políticos y económicos.

En efecto, si los actos de terrorismo, en vez de generar condenas contra quien los lleva a cabo por la imposibilidad de demandársele consideraciones morales, las provoca contra quien es víctima de ellos por responder a esos actos desde una posición moral supuestamente más idónea, entonces el mensaje es que la violencia paga.

La no reciprocidad o desigualdad en la capacidad de obligarse según estándares morales elevados implica que aquel que pueda alcanzarlos se encuentra en desventaja con respecto a aquel que no, ya que de este último no se puede requerir que cumpla algo que no comprende y, en consecuencia, no es posible exigirle que respete compromisos básicos.

Como señala Dershowitz, “(…) al aplicar este doble estándar, aquellos que son muy duros con Israel, mientras son muy suaves con los Palestinos, realmente estimulan a los Palestinos a optar por el terrorismo por sobre el compromiso y la paz”. A esto también se refiere Shlomo Ben Ami cuando dice que los palestinos padecen de un “exceso de apoyo”: “En cada encrucijada en la que hubiera que tomar una decisión histórica, la comunidad internacional les daba (…) la sensación de que tenían derecho a esperar más y por tanto podían evitar una decisión”.

Así expuesto, el problema de hacer la vista gorda frente a las acciones violentas de los palestinos importa la perpetuación del conflicto no solo porque esas acciones provoquen desconfianza en los israelíes a la hora de sentarse a negociar, sino también porque genera una sensación de que van por el camino correcto, y que en todo caso, si no ha traído resultados favorables, es porque no lo han hecho con la suficiente dedicación.

Conclusión

Como conclusión resta decir que, a diferencia de quienes presentan críticas veraces, objetivas e imparciales dirigidas hacia el Estado de Israel como parte de un análisis de la realidad, el antiisraelismo intransigente acusador y distorsionador no apunta al objetivo que dice querer alcanzar; esto es, el fin del conflicto y el establecimiento de la paz.

En tanto no se comience a tratar a los palestinos como actores con aptitudes morales equivalentes a las de su contraparte y, por lo tanto, susceptibles de ser criticados por sus errores y reprendidos por acciones negativas, no habrá posibilidad de exigirles el apego a sus obligaciones en un contexto de negociación ni de sancionarlos por el incumplimiento de las mismas, lo que en definitiva contribuirá a generar confianza en que la violencia, y no el diálogo, es el recurso adecuado para la solución del conflicto.

3 comentarios:

  1. El pueblo palestino sufre una ocupación de sus territorios, tienen vedado el derecho de organización y de transitar libremente por su territorio. El estado de Israel, no el pueblo judío, sistemáticamente ha incumplido el Derecho Internacional y las reglamentaciones de la ONU. La ocupación y el bloqueo están destinados a expulsar a los palestinos de su territorio, y en último caso desangrarlos lentamente ¿ de qué moral superior hablan? ¿ de qué doble estandar hablan? ¿ no es esto demasiada violencia por sobre un pueblo? ¿ no es esto un caso de colonialismo similar al que ejercieron los españoles en América cuando llegaron? ¿ hasta dónde son capaces de llegar?

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  2. Clara:

    En tu comentario hacés acusaciones ligeras, vacías de pruebas y fundamento contra el Estado de Israel. Algunas realmente fantasiosas que no se pueden defender de ninguna manera con argumentos sensatos. Después pasás a hacer preguntas retóricas igualmente maliciosas y tendenciosas con el único fin de difamar al estado judío.
    Si pudiéramos tomar todas tus acusaciones demonizadoras, una por una (en prosa o en pregunta) desnudaríamos lo mentiroso de tu retórica.
    Te recomiendo que mires introspectivamente por qué tanta obsesión y tanta dedicación de tu energía y de tu tiempo a "pelear" contra Israel.

    P/D: Tu última pregunta "hasta dónde son capaces de llegar": ¿La decís en alusión de hasta dónde el Estado Judío planea incrementar la calidad de vida de sus ciudadanos mediante la formidable calidad científica, económica institucional, educativa, etc? Si es así, la idea es que sea lo más lejos posible. Ése es siempre el objetivo del sionismo.

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  3. Emiliano Senes17/9/10 11:21

    Hola Clara, quisiera que releyeras el artículo porque tu pregunta de "¿de qué moral superior hablan?" demuestra que no lo leíste bien; lo que digo básicamente es que criticar mucho a uno y nada a otro da la pauta de que a aquel al que no se lo critica es porque no se lo considera apto para aprehender pautas morales elevadas, por eso no se le reprocha nada; por el contrario, al que sí se lo critica, pareciera que se lo hace porque se lo considera moralmente apto o idóneo y la crítica tiene como fin imponer una sanción moral, y por ende que cese en su accionar. Eso no implica morales superiores o inferiores, sino aptitudes superiores o inferiores, y es algo que se impone por la crítica unilateral. Para poner un ejemplo más gráfico, sería como si a los palestinos se los considerara niños incapaces de discernir entre el bien y el mal y por eso no se los pudiera juzgar, mientras que los israelíes serían los adultos ciento por ciento culpables del comportamiento de ese niño. Ello también implica que no se les pueda exigir obligaciones porque son nenes y "los nenes no entienden". Dado que no es cierto que los palestinos sean moralmente ineptos, todo esto lleva a que vean que la violencia es beneficiosa porque nadie los castiga y algunos encima los justifican.
    Por lo demás, las acusaciones que hacés me parecen algunas discutibles, otras criticables y otras falsas, lo que pasa es que veo que las tirás todas juntas como si fuera un discurso ya armado, y eso les quita legitimidad.

    Saludos

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