20 de abril de 2012

El discurso de Agustín Ulanovsky



A continuación, les adjuntamos el discurso que el Director de Punto IL, Agustín Ulanovsky, en su calidad de Mazkir de NOAM, leyó en el Acto de Iom Hashoá:

"Queridos sobrevivientes, Estimados dirigentes, Madrijim, Madrijot y Janijim, Amigos todos:

Reflexionando sobre los diversos temas y sensaciones que este día tan especial provoca, comprendimos que como seres humanos tenemos el don más poderoso que Dios nos pudo otorgar: el poder de pensar. ¡Díganos ustedes sino qué otro poder es más grande que el de las ideas! Ni las armas ni el dinero han cambiado la historia de la humanidad sino las transformaciones que generaron las ideas. Por supuesto que las ideas no son buenas ni malas per se; como seres humanos fuimos capaces de cobijar a un René Favaloro o a un Luis Pasteur que inventaron curas que salvaron millones de vidas, mientras parecemos olvidar que tres de cada diez personas de este mundo viven actualmente por debajo de la línea de la pobreza. De estas contradicciones estamos hechos los seres humanos y creemos que fue precisamente en el terreno de las ideas donde empezamos como humanidad a perder el rumbo que derivó en la tragedia de la Shoá.

Los pensadores de la Modernidad nos habían introducido en la ilusión de un mundo regido por el humanitarismo, inspirado en valores comunes y con la célebre esperanza de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Sin embargo, fueron otros pensadores modernos los que paralelamente formularon teorías racistas y segregacionistas capaces de sostener que las diferencias culturales, religiosas, étnicas o nacionales habilitaban a que un grupo pudiera exterminar a otro por ser diferente y presuntamente inferior. De estas ideas se nutrió el nazismo que, como movimiento político e ideológico, supo llevar al límite total el racismo, el antisemitismo y las ideas de purificación social. Las cámaras de gas y los hornos crematorios dan cuenta del resultado final de un largo proceso de deshumanización y de industrialización de la muerte que fue acompañado por la participación activa o el silencio cómplice del resto del mundo. El trágico saldo de seis millones de nuestros antepasados asesinados por el mero hecho de ser judíos y la persecución otros tantos millones que lograron salvarse, nos resultan inconcebibles.

Sin embargo, entre tanta oscuridad, es necesario algo de luz porque reiterando lo dicho como seres humanos somos capaces de los actos más viles pero también de los más nobles. En este acto, no sólo recordamos con angustia la experiencia más traumática y desgarradora que la humanidad en general y el pueblo judío en particular sufrió sino también la Hagvurá, el heroísmo de aquellos que en las horas más oscuras optaron por ser consecuentes con los valores más nobles. Justamente el hecho de que ninguna persona puede ser obligada a convertirse en héroe, es lo que convierte a personas comunes y corrientes en ejemplos cuando escogen el compromiso y la solidaridad para con el otro, postergando el bienestar y la tranquilidad personal.

¿Cómo describir sino a aquellos Justos que dieron resguardo y protegieron a propios y extraños aún a costa de exponerse ellos mismos y a sus propias familias? ¿Cómo ponerse sino en el lugar de aquel que decidió vivir con la angustia de saberse perseguido por el solo hecho de ser consecuente con su idea de que salvando una vida, se estaba salvando al mundo?

Estos ejemplos de heroísmo que encontramos durante la Shoá pueden resumirse en el compromiso para con los valores. Pregunta obligada que cada uno de nosotros debe hacerse entonces es qué estamos haciendo hoy con el tiempo que disponemos para construir un mundo mejor.

Cuando los jóvenes combatientes del Ghetto de Varsovia reclamaron no ser olvidados y eligieron luchar contra la bestia nazi, no lo hicieron por beneficio alguno sino por la convicción de la importancia de dejar un legado que los dignifique de cara a las generaciones venideras. Como comunidad judía y como humanidad nos debemos aún muchos debates y reflexiones sobre las dimensiones de la Shoá; sin embargo, este ejercicio de memoria solo tendrá valor en tanto nos impulse a aprender de lo acontecido y comprometa en el presente en la construcción de un futuro mejor. Sin una acción que la continúe, el ejercicio de la memoria no será más que un acto de nostalgia sin enseñanzas prácticas en un mundo en el que advertimos cotidianamente muchas muestras de intolerancia, que nos deben obligar a no ser tolerantes.

Cada uno de nosotros tiene la capacidad de aportar luz a nuestra querida comunidad, a nuestra amada Argentina, a nuestra Medinat Israel y a todo el mundo; seamos constructores de un legado que nos trascienda y dignifique y apostemos por la coexistencia, el diálogo, el pluralismo, el respeto por la diversidad y la solidaridad. Como judíos, como argentinos, como jóvenes, como sionistas y, por sobre todas las cosas, como seres humanos seamos difusores del compromiso por un mundo mejor. Las generaciones venideras nos lo sabrán reconocer.

Am Israel Jai".

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