22 de enero de 2011

¿La política al servicio de los Negocios?

Por Agustín Ulanovsky, Coordinador de Punto IL, para www.revistamo.org

La Presidenta argentina se encuentra estos días cerrando una gira que la llevó a Kuwait, Qatar y Turquía en busca de afianzar lazos comerciales y de atraer millonarios fondos de inversión árabes. Tras la crisis financiera del 2008, se ha vuelto indispensable para todos los Estados diversificar los ingresos y los pujantes inversores árabes, con millones de dólares disponibles producto de las ventas de gas y petróleo, se han convertido en plazas más que atractivas. Más allá de los elogios de rigor, Cristina Fernández de Kirchner fue muy bien recibida por sus pares musulmanes dada la reciente Declaración en la que reconoció oficialmente a Palestina como Estado. Vale entonces dimensionar la fuerte connotación política y los beneficios que tuvo emitir tal Declaración a pocas semanas de la actual gira.

El pasado 6 de diciembre, en una acción coordinada con Brasil y Uruguay, el Ejecutivo argentino emitió el Decreto 1882/2010 en el que reconoció a Palestina como un “Estado libre e independiente”, a la vez que remarcó “el derecho del Estado de Israel a vivir en paz junto a sus vecinos, dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas”. Conforme a las palabras del Canciller argentino, el reconocimiento pretendió favorecer el proceso de negociación que condujera a la finalización del conflicto.

Desde la teoría del Derecho Internacional Público, se advierte que el reconocimiento a un Estado puede definirse como un “acto unilateral por el cual un Estado considera Estado a una unidad política que existe de hecho y que se considera así misma como un Estado”. Todo Estado para ser tal debe poseer una población permanente, un territorio definido y un gobierno con total soberanía en sus tres dimensiones (determinar sus relaciones exteriores con otros Estados, disponer las leyes y el funcionamiento de las instituciones internas y ejercer la autoridad exclusiva en su territorio); la falta de alguno de estos elementos imposibilita que la unidad política pueda ser reconocida como Estado. Así las cosas, es fácil advertir que conforme la situación actual en Gaza y Cisjordania, la actual Autoridad Palestina no podría ser reconocida como Estado.

Por lo expuesto, si bien el reconocimiento argentino resulta una mera declaración de buena voluntad, lo cierto es que en el marco de las relaciones internacionales, ésta constituye un explícito apoyo a la estrategia de Abbas, que no es otra que aislar y presionar internacionalmente a Israel y, llegado el caso, declarar unilateralmente el nacimiento del Estado palestino. Más de cien países ya son de la partida, entre los que se destacan todos los países musulmanes, la gran mayoría de África, buena parte de los asiáticos y del este de Europa. Sudamérica fue el último invitado de lujo con los recientes reconocimientos de Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y Chile; se descuenta que Venezuela y Uruguay lo harán en breve.

Lejos de la originalidad, este intento palestino de cosechar el reconocimiento internacional para un Estado propio por fuera de las negociaciones con Israel no es nuevo. En noviembre de 1988, el Presidente de la OLP, Yasser Arafat, anunció el establecimiento y la independencia de Palestina durante una Convención del Consejo Nacional Palestino en Argelia, la cual fue reconocida por noventa y cuatro estados pero, sin el aval de las Naciones Unidas, dicho anuncio resultó una fallida maniobra.

Sin limitarse a ello, la Declaración argentina se adentró de lleno en uno de los temas más ásperos de las negociaciones, toda vez que extendió el reconocimiento a las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967. Si bien a diferencia de otros reconocimientos latinoamericanos, el gobierno argentino se cuidó de dejar abierta la posibilidad a los cambios que las partes determinen en el transcurso de las negociaciones, la realidad indica que la referencia a las fronteras de 1967 desatienden la dinámica del conflicto, contradicen muchos de los acuerdos alcanzados entre israelíes y palestinos y contrarían el trabajo y los esfuerzos del Cuarteto de Medio Oriente (ONU, Unión Europea, Estados Unidos y Rusia). No cabe duda que cuanto más apoyos consigan las autoridades palestinas en este punto, más inflexible será su postura en la mesa de negociaciones lo cual dificultará una solución definitiva al conflicto.

La Embajada de Israel en Argentina no dudó en advertir que el reconocimiento lejos de aportar al proceso, lo afecta toda vez que promueve que los palestinos se alejen de la mesa de negociaciones. A su vez, el vocero de la Cancillería israelí Igal Palmor dijo que la decisión argentina es “una proclama diplomática con graves problemas legales y sin ninguna implicación en la práctica”. En consonancia, Estados Unidos definió al reconocimiento como “contraproducente toda vez que resulta de una acción unilateral de una de las partes del conflicto” y constituye “una distracción de las negociaciones de paz”.

Se presume que en las próximas semanas, los países sudamericanos emitirán en forma conjunta una declaración de reconocimiento a Palestina. En honor a la ecuanimidad, la justicia y al éxito de las negociaciones de paz, sería apropiado que de reconocer un Estado palestino, los gobiernos latinoamericanos exijan en contrapartida a las autoridades palestinas que reconozcan la legitimidad del Estado de Israel, combatan el terrorismo y el extremismo y cesen toda agresión contra los ciudadanos israelíes. Cualquier otra actitud sería traicionar a la equidad que se requiere de la comunidad internacional para colaborar en la solución de un conflicto tan sensible como el israelí-palestino y dejaría al descubierto que más que el buen porvenir de la región, lo que moviliza a los países de la región son las jugosas billeteras árabes.

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