7 de abril de 2010

El saldo deudor de los intelectuales de izquierda

Por Agustín Ulanovsky, Coordinador de Punto IL, para CAMERA (www.camera.org) y Revista de Medio Oriente (www.revistamo.org)

Durante los primeros días de marzo tuvo lugar en distintas ciudades del mundo la Semana contra el Apartheid Israelí, una propuesta cuyos fines son netamente desprestigiar al Estado de Israel y seguir distorsionando la realidad del conflicto en Medio Oriente. En estos foros, Israel es usualmente equiparado con el antiguo régimen sudafricano que implementó el apartheid y acusado de ser un régimen opresor y racista que segrega a la población árabe y los priva de derechos políticos, económicos y sociales. En consecuencia, sus organizadores abogan porque se implemente contra Israel una presión internacional similar a la que sufrió Sudáfrica y que incluya, entre otras cuestiones, un boicot general a las exportaciones israelíes, sanciones económicas y hasta su desaparición.

Seguramente por la pereza de los potenciales organizadores (que por desgracia sobran) y no por otra razón, América Latina aún no se destaca en la larga lista de ciudades que participaron de la Semana contra el Apartheid Israelí; en este 2010, solamente Caracas (Venezuela) y Bogotá (Colombia) albergaron la propuesta. El solo investigar de forma sencilla permitió encontrar que los organizadores de dichos eventos son en realidad organizaciones presuntamente progresistas, defensores de la democracia y del respeto a los Derechos Humanos. Autodefinidas como “agrupaciones de izquierda”, los activistas e intelectuales que las integran optan por analizar los problemas de la sociedad desde valores como la justicia social, la solidaridad, la lucha contra las desigualdades, la oposición a las variadas formas de opresión, la emancipación de las mujeres, el rechazo del racismo y de la xenofobia y la defensa de la laicidad. He aquí entonces la gran pregunta para la que aún no hallo respuesta: ¿cómo puede ser que este mundo intelectual, que tiene la noble e indispensable tarea de despertar conciencias, se muestre siempre tan propensa a escandalizarse justamente con la única democracia consolidada de todo el Medio Oriente mientras simultáneamente protege y calla las atrocidades de los dictadores que abundan en el mundo y principalmente en la región?

La maliciosa y excesiva atención que le prestan estos intelectuales de izquierda a Israel no se corresponde con la falta de seguimientos estrictos sobre las violaciones iguales o incluso peores que cometen gran cantidad de otros países; mientras estos sectores invierten el tiempo derrochando críticas contra su blanco preferido, los homosexuales son ahorcados en Irán, las mujeres de Arabia Saudita sufren un verdadero apartheid y los iraquíes son asesinados a diario por terroristas fundamentalistas. No obstante, ninguna de estas organizaciones parece escandalizarse de ello ni mucho menos percatarse de vez que las víctimas de estos terribles regímenes siguen esperando por quien clame justicia en su nombre.

En nuestra propia América Latina, el régimen del cada día más autoritario Chávez y la dictadura de medio siglo de los Castro disfrutan de la simpatía y del silencio cómplice de los intelectuales y activistas que se jactan de ser democráticos y promovedores de los Derechos Humanos. Mientras tanto, la nostalgia invade a los lugareños por las libertades civiles y políticas perdidas y todo aquel que piensa diferente es acallado brutalmente. Por paradójico que parezca, es regla que cuanto más autoritario es un gobierno, más requiere de apoyo de los intelectuales y la intelectualidad de izquierda ha venido protegiendo y acallando lo injustificable.

La crítica al Estado de Israel es por demás legítima pero debe ser necesariamente acompañada de una crítica coherente con el resto de los países; no se puede seguir tolerando que dichas organizaciones e incluso otros de mayor relevancia, como las Naciones Unidas, persistan en la aplicación de un estándar diferente entre Israel y el resto de la Comunidad de las Naciones. Cómo explicarnos sino la resolución de la Asamblea General que definió al sionismo como una forma de racismo (1975) o que los organismos de Derechos Humanos de la ONU hayan sancionado a Israel tanto como a la suma del resto de los países en conjunto.

El célebre “Yo acuso” de Émile Zolá constituyó en su momento la sensata guía del accionar de los intelectuales de izquierda del siglo XX; aquella izquierda enorgullecía, hacía soñar con un mundo distinto e integraba a propios y extraños. Hoy en cambio, los intelectuales y activistas de izquierda corrompen sus ideales al sobreponer sus prejuicios y clasificaciones que los llevan a blindar a sus “héroes” de las críticas y fustigar acérrimamente a sus “villanos”. Es hora de que la izquierda vuelva a ser lo que era y cumpla con su sagrada misión; es hora de que de una vez y para siempre la izquierda salde las deudas que contrajo con buena parte de las víctimas reales de este mundo.

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