1 de julio de 2012

Un vivo ejemplo de Tikun Olam



Por Agustín Ulanovsky, Director Ejecutivo de Hillel Argentina y Mazkir de la Tnuá NOAM Argentina, en calidad de representante de la Mesa de la Juventud judía argentina en la Marcha de repudio a la visita de Ahmanidejad en Río de Janeiro.

Si el proceso de globalización en el que nos hallamos inmersos es positivo o no constituye un dilema sobre el que giran muchas de las discusiones en la actualidad. Quienes la defienden mencionan el avance de las telecomunicaciones e internet, la promoción de ciertos valores universales o la libre circulación de la información como hitos introducidos por el proceso globalizador. Por el contrario, quienes lo denostan suelen culparlo por la pérdida de valores identitarios y particularistas, por cierta frivolidad y por la expansión de amenazas mundiales, como la contaminación ambiental o las redes organizadas del crimen internacional. No obstante, como ocurre con muchos otros procesos sociales, entiendo yo que no se puede reducir a la globalización de “buena” o “mala” sino que depende mucho de lo que la humanidad decida hacer con ella.

Ahora bien, ¿por qué arrancar mis reflexiones sobre lo vivido en Río de Janeiro durante la Marcha de repudio a la visita de Ahmanidejad con esta introducción? Porque estimo que mucho de lo acontecido tiene que ver con lo que vivimos cotidianamente.

En primer lugar, me hallo convencido que el extremismo, fanatismo y cinismo del presidente iraní Mahmoud Ahmanidejad constituye una grave amenaza para todo el mundo, comenzando por los propios ciudadanos iraníes. Este siniestro personaje es aquel que se jacta de negar el Holocausto, que aborrece a los homosexuales, que evita cooperar con la justicia argentina para la captura de los sospechosos iraníes de participar en la autoría intelectual del atentado a la AMIA en 1994, que reprime duramente a su pueblo, que patrocina el terrorismo internacional, que fue reelegido en elecciones muy cuestionadas, que amenaza con destruir a Israel y que vino a buscar a Río de Janeiro algo de crédito internacional. Sin embargo, son pocos los que dudan ya de que Ahmanidejad se ha embarcado en un loco plan por conseguir la bomba atómica y poder así presionar para cambiar la configuración política y económica del Medio Oriente (en la hipótesis de mínima) y dar comienzo a una guerra de incalculables consecuencias (en la hipótesis de máxima). En definitiva, nos hallamos ante un líder que encarna una grave amenaza para la paz mundial y que debe ser denunciado antes de que alcance cuotas de poder que le faciliten la consecución de sus objetivos.

En segundo lugar, fue la Mesa de la Juventud judía argentina la que se decidió a intervenir de forma directa ante la evidencia del riesgo que encierra el régimen de Ahmanidejad. Luego de varias discusiones, comprendimos que no había mejor forma que apoyar a aquellos que en Brasil habían optado por hacer oír su voz en repudio a la visita del Presidente de Irán a la Conferencia Rio +20, organizada por la ONU en esta bellísima ciudad. De esta forma, podríamos transmitir nuestra visión de que la visita de Ahmanidejad merece el repudio de todo el continente y el reclamo de que ninguna delegación mantenga vínculos con él.

El tercer punto de contacto que estimo vinculan a esta experiencia con la globalización es el haber advertido en la Marcha que congregó a más de mil personas que lejos de separar, las particularidades identitarias también unen. Candombistas, evangelistas, descendientes de africanos, homosexuales, judíos, defensores de Derechos Humanos y otros tantos cientos se movilizaron y unieron para reafirmar que nuestro continente debe seguir auspiciando valores como el pluralismo, la democracia, la defensa de los derechos humanos y la coexistencia. ¡Qué emocionante fue ver movilizada a tanta gente bajo las banderas del progresismo y la libertad! Tamaña reflexión me llevo a Buenos Aires de por qué en la comunidad judía somos aún incapaces de tejer las alianzas con otras minorías que la comunidad en Río de Janeiro ha logrado.

Durante la tarde del domingo desplegué con orgullo mi bandera celeste y blanca y olvidamos por un rato con los hermanos brasileños nuestra rivalidad futbolística pues comprendimos que en ese momento éramos más socios que nunca. Ante el honor que me dieron para compartir unas palabras con el público presente, no pude más que felicitar por la lección de coraje y compromiso y recordar y exigir la justicia y la memoria que merecen tanto las víctimas como los familiares de la Embajada de Israel y de la AMIA, esa justicia que nuestro Estado argentino aún es incapaz de brindar y la misma justicia que Ahmanidejad rehúsa colaborar.

En definitiva, cargo en las valijas de vuelta a Buenos Aires una impactante experiencia de compromiso y un claro ejemplo de lo que la cooperación y la articulación pueden lograr. ¡Quien dice algunas vez logremos que las calles de Buenos Aires sean centro de tanto tikun olam!

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