10 de enero de 2010

Un lobo vestido de cordero

Por Agustín Ulanovsky, Coordinador de Punto IL, para www.revistamo.org

Las visitas de Shimon Peres, Mahmoud Abbas y Mahmoud Ahmanidejad en noviembre pasado instalaron a América Latina como un válido interlocutor para el conflicto en Medio Oriente. Tomando nota de este creciente protagonismo, el gobierno de Siria dispuso que su Ministro de Información, Mohsen Bilal, comience una extensa gira por Argentina, Uruguay, Bolivia, Brasil y Venezuela. En su primera escala, el funcionario se reunió con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, mantuvo encuentros con representantes de su comunidad y brindó una sesión académica auspiciada por la Cátedra Libre de Estudios Árabes de la Universidad de Buenos Aires.

Vale la pena repasar algunos antecedentes del personaje al que nos referimos. Mohsen Bilal es uno de los políticos más influyentes del régimen y fue protagonista de la primera reunión que mantuvieron el presidente sirio Al Asad y el primer ministro libanés, Saad Hariri, luego de que ambos países rompieran relaciones tras el asesinato de Rafic Hariri en 2005. Ex embajador en España, es considerado uno de los principales negociadores sirios en lo que atañe a Medio Oriente y asesora a la Federación de Entidades Latinoamericano-árabes (Fearab) y al Establecimiento de Lucha contra el Racismo en América. En definitiva, representa una autorizada e importante voz del gobierno de Damasco.

Sin lugar a dudas, Mohsen Bilal reúne todas las condiciones para el puesto que detenta. Dueño de un estilo cálido y amable, de presencia intachable y con un gran sentido del humor, el funcionario sirio despierta fácilmente simpatías. Sabe qué decir y cómo decirlo. Aquí afirmó que Siria está a favor de una paz justa y duradera y endulzó los oídos de los funcionarios locales asegurando que Argentina tiene una gran importancia política y que puede jugar un papel muy importante e interesante en Medio Oriente. No obstante, este diplomático en apariencia moderado dejó en nuestro país una serie de definiciones que merecen ser analizadas, más aún considerando el peso de sus opiniones dentro del gobierno sirio.

La lectura que Mohsen Bilal hizo del conflicto en Medio Oriente distó de ser original y reiteró la clásica postura siria de que el único responsable de la violencia es Israel por la ocupación “brutal y arrogante” de territorios árabes. Conforme al criterio del funcionario, el fin de la ocupación es la llave de la solución del conflicto y el inicio de una estabilidad regional y mundial. Ahora bien, ¿cuáles son los territorios que Israel debería devolver para alcanzar la paz con sus vecinos? Los territorios palestinos ocupados desde 1948 y los territorios árabes conseguidos en la Guerra de los Seis Días. He aquí una importante y no menor diferencia: Bilal no solo reclamó que Israel ceda los territorios adquiridos en 1967 (algo siempre presente en las mesas de negociaciones) sino también exigió que retroceda a las fronteras de 1948, una exigencia inviable y totalmente superada.

¿A qué sector del mundo árabe pretende pertenecer Siria? Ser socio de Irán, cobijar a los líderes de Hamas en Damasco, patrocinar a Hezbollah y permitir que por su territorio se transporten armamentos y miembros de la Guardia Revolucionaria iraní hacia la frontera israelí parece alejar al régimen de Al-Assad de los países árabes más moderados, como Egipto y Jordania, que mantienen vínculos de cooperación y una paz estable con Israel. ¿Por qué Israel cedería los estratégicos territorios del Golán cuando el gobierno sirio nunca confirma que está dispuesto a asegurar la paz y seguridad de la población israelí? Son muchos los que afirman que Siria pretende un acuerdo de paz que, comparado al firmado por Egipto en 1978, le reporte los mismos beneficios (una retirada total de los territorios en disputa) a cambio de compromisos mucho menos exigentes que los firmados por Sadat.

Mientras tanto, la alianza entre Irán y Siria se consolida cada día más. Recientemente el Ministro de Defensa iraní Ahmad Vahidi (con orden de captura de la INTERPOL por su participación el Atentado a la sede de la A.M.I.A. en Argentina) y su homólogo sirio Mohammad Ali Habib signaron un pacto de defensa militar. Por su parte, en un encuentro celebrado hace poco más de un año entre Bashar al-Assad, Mahmud Ahmanidejad y el ayatolá Ali Jamenei, el Líder Supremo de la República Islámica de Irán calificó de “sólidas y muy buenas” las relaciones que unen a Teherán y Damasco, a la vez que el presidente sirio definió de “sólidas y estratégicas” las relaciones y declaró que estaba muy satisfecho de que la visita se produjera durante “grandes éxitos en la resistencia islámica en el Líbano y mientras el Hamas consolida su posición en Palestina y nuestros enemigos ocupan una posición mucho más débil que antes”. Quizás por todo esto, Mohsen Bilal simplemente “olvidó” referirse durante toda su visita al estrecho vinculo que une a su gobierno con el régimen iraní, que ha amenazado incontables veces con hacer desaparecer del mapa a Israel.

El Ministro de Información sirio no dudó en afirmar que Israel es enemigo del Islam, a la vez que lo criticó por considerarse “el pueblo elegido”. El hasta entonces pretendido diplomático moderado mostró su verdadera cara y simplificó así de forma mal intencionada y peligrosa el complejo problema de Medio Oriente. ¿Qué ciudadano musulmán podría querer la paz con un Estado que es enemigo de algo tan esencial como su fe? Al respecto, no caben dudas: Israel es un país que puede presumir de un total respeto a las libertades civiles, independientemente de la raza o religión. El 20% de los israelíes que profesa la religión musulmana goza de igualdad cívica y accede a posibilidades de integración y convivencia inimaginables en muchos de los países árabes.

Reparemos en el caso de Siria. Víctimas de las corruptas autoridades locales, los miles de refugiados palestinos carecen actualmente de ayuda alguna del gobierno sirio y se ven obligados a vivir bajo la opresión y las condiciones de salubridad más elementales. El padre y antecesor del actual mandatario sirio, Hafiz al-Asad, ordenó en 1982 el aplastamiento de la revuelta de los Hermanos Musulmanes. Los soldados sirios arrasaron toda la ciudad de Hama, mataron a más de 10.000 de sus habitantes y miles de personas fueron ejecutadas o encerradas en prisiones durante años. Por estos antecedentes y por este presente, la afirmación de Bilal solo puede entenderse como un necio intento de tergiversar el carácter abierto e integrador de Israel y hacer imposible una solución pacífica al conflicto.

Para concluir con la larga lista de difamaciones, Mohsen Balil elogió el “correcto y justo informe del Juez judío Goldstone” y le envió su mayor estima, respeto y un gran saludo. El muy criticado informe concluyó que el ejército de Israel cometió crímenes durante su última incursión militar en Gaza y acusó a los líderes israelíes de crímenes contra la humanidad. En consonancia, Balil manifestó que Israel cometió “un verdadero Holocausto, un genocidio” en Gaza. No es materia de este artículo referirse en detalle a la triste politización y falta de imparcialidad que caracterizó al informe solicitado por la Comisión de Derechos Humanos pero cabe recordar que dicho organismo tiene una larga historia de condenas a Israel y de ignorar a los reales violadores de los derechos humanos. Este organismo y su antecesor el Comité de Derechos Humanos, que ha llegado a ser presidida por un recurrente violador de los derechos humanos como Libia, ha adoptado más resoluciones de condena a Israel que a los demás 191 estados miembros de las Naciones Unidas combinados. Mientras los esfuerzos de la Comisión de Derechos Humanos se consumen en acusar a Israel, el genocidio en Sudán, la esclavitud femenina en Arabia Saudita o las represiones de todo tipo en Irán continúan impunemente al amparo del Consejo.

Detrás del carisma y de una fachada de moderado y amante de la paz, Mohsen Balil hizo gala de su profundo desprecio por Israel, tergiversó la realidad en forma descarada y no osó aclarar cómo un país que pretende la paz y la convivencia con su vecino puede, al mismo tiempo, jactarse de ser el más importante aliado de un régimen fanático y extremista como el iraní y financiar y dar cobijo a grupos como Hamas y Hezbollah. Pese a las primeras impresiones, nada nuevo bajo el sol de Buenos Aires.

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